domingo, 22 de enero de 2012

REVISITANDO EL CLUB DE LA PELEA



TÍTULO ORIGINAL: Fight Club
AÑO: 1999
DURACIÓN: 139 min.
PAÍS: EUA
DIRECTOR: David Fincher
GUIÓN: Jim Uhls (Basado en la novella de Chuck Palahniuk)
MÚSICA: The Dust Brothers (Michael Simpson & John King)
FOTOGRAFÍA: Jeff Cronenweth
REPARTO: Brad Pitt, Edward Norton, Helena Bonham Carter, Meat Loaf, Jared Leto, Van Quattro, Markus Redmond, Michael Girardin, Rachel Singer, Eion Bailey

Atacada duramente en su tiempo por el sector más conservador de la crítica norteamericana, Fight club de David Fincher merece un segundo vistazo a trece años de su estreno para lograr comprender por qué es objeto de culto hoy en día.
Visonaria, sorprendente, crítica, efectista, controvertida, son algunos de los adjetivos que se utilizan para calificar este filme. Todos ellos se encuentran justificados: El club de la pelea permitió a Fincher experimentar en el aspecto visual al recurrir a la saturación de colores en una fotografía que busca ser además de onírica, caótica; criticó a la sociedad consumista norteamericana; se convirtió en un festín audiovisual para los espectadores más avispados y alarmó a las "buenas conciencias" con su mensaje anarquista que invitaba a la sublevación de las masas.
En esta cinta, el espectador contempla por más de dos horas una de las más ácidas críticas al postmodernismo. Esto, a través de sus dos protagonistas: Jack, un hombre deprimido con su estilo de vida y entregado al consumismo por completo, y Tyler, su opuesto, un anarquista que roba la grasa humana desechada en las clínicas de liposucción para fabricar jabones y vendérselos a las mujers gordas y ricas que acuden a dichas clínicas. Ambos personajes fundan un club de peleas clandestinas en donde hombres deprimidos, aunque aparentemente exitosos en sus vidas profesionales pero con un hondo sentimiento de vacío, dan rienda suelta a sus instintos más básicos de confrontación física, con el único fin de "liberarse" de las ataduras impuestas por la sociedad.
La visión de Fincher en esta película es inclemente: muestra a los integrantes de las clases media y alta como "zombies" cuyas vidas se van consumiendo poco a poco, acumulando dinero y cosas para llenar el vacío existencial en el que están inmersos y que lentamente los va asfixiando. Tyler propone una solución: volarlo todo, literalmente. Para él, la civilización es el problema y debemos erradicarla, volver a nuestros instintos primigenios; esto lo lleva a convertirse en una especie de gurú que resuelve todo a través de una violencia sin rencores, sin distinción de clases sociales, sin preocupaciones por la apariencia física ni el arreglo personal.
En el club de la pelea de Jack y Tyler, los combates no son entre enemigos sino entre amigos; no hay ganadores ni perdedores, sólo hombres que buscan expulsar la frustración que han experimentado durante toda su vida adulta; no hay odios ni reproches, es una fraternidad, un grupo donde los individuos son ellos mismos y no lo que la sociedad espera de ellos.
Por supuesto que el ideal de Tyler es llevado hasta el extremo, lo que hace dudar a Jack de la validez de las teorías de su amigo. Esto nos conduce hacia un final sorpresivo (que no diré) y un tanto ilógico, pero que nos demuestra que los extremos son igual de peligrosos: no podemos entregarnos al consumismo, pues las cosas no nos definen como personas, pero tampoco la anarquía cubrirá nuestras necesidades como individuos. Al final del día, los demás no pueden decirnos qué es lo que necesitamos para ser felices.

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